mayo 05, 2012

Las palabras


¿A dónde se van las palabras que no tienen respuesta? Digo deben quedar en algún lugar ¿no?, en el espacio, en la memoria, olvidadas. Las palabras que intento utilizar para decir lo que soy y siento, para que se haga más real y cobren algún poder. Las palabras no son las correctas y es que ¿cómo decir que estoy a punto de irme? Cuando son entonadas, pronunciadas me digo despacito casi susurrando: para ti Susana, piensa en ti.
Temo a que se queden huecas, me da un miedo enorme, tanto que siento ese calambre que me da cuando mi padre se enoja, uno que recorre la espina dorsal… mi cuerpo tembloroso.
Todo se junta: lo que más me asusta, lo que me obsesiona. Entonces pienso que nunca sabré donde terminan las palabras y empiezan mis ganas de seguir y vivir. Me voy. Lo digo en voz alta, lo repito, me lo repito, varias veces al día, varias veces en este momento. Y es que las palabras, pienso, deben cuidarse, deben respetarse, más aún cuando son de lo profundo del sentimiento y del pensamiento, de lo que soy.
Porque uno se expone con palabras, se desnuda completamente, se pone vulnerable. Me pongo vulnerable y sé que no es correcto permitir que alguien entre tanto en mi, que se crea que me conoce. Es cansado, pronunciar y saber una y otra vez que esas palabras no tienen respuesta, y que, por más que quiera, no tienen un lugar en ningún lado más que en mí. Que yo sé lo que quiero decir pero las palabras no son las correctas.


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