noviembre 30, 2011


Decir lo que sientes no siempre es lo correcto.

Sentimientos atrapados entre las costillas,

presionando, y haciendo que los ojos se llenen de lagrimitas.

Así, diminuta, al lado tuyo.

Con los dedos temblando…

y el corazón hecho mierda.

Aprendamos de nosotros mismos, y no de los demás.

Yo siento, tú, no me importas.

En el sentido de que no me interesa que no veas lo que está detrás de ti,

siguiéndote los pasos…

¿Qué necesita uno para amar a otra persona?

La respuesta se encuentra en la indiferencia y lo incansable,

lo no correspondido, lo imposible.

Saber que damos todo y no obtenemos nada.

Entonces no amamos a otra persona, amamos sentir que nuestra existencia tiene una razón.

Aferrados,

Aferrados a obtener una puta caricia de quien no le importamos,

o no lo suficiente, como para conmoverse con un msj de texto al celular.

Lo sé, no te intereso. Y por eso yo no dejo de pensarte,

o bueno sí, si lo hago,

pero cuando llegas al recuerdo es inevitable tener un sentimiento (cualquiera que sea)

tan fuerte que derrumba mis rodillas

y me hace desvanecer, en la nada.

Volvemos al círculo. La nada, dar, sin recibir, sentirse flotando, amando para luego caer.

Caer en la cuenta de que sólo soy yo.

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